lunes, 27 de octubre de 2008

Cuando ser la mayor no basta

A veces la gente piensa que el título de “hermano o hermana mayor” es lo más fácil de obtener o mantener pero en realidad el compromiso que este calificativo conlleva va más allá de las amenazas que los grandes les hacemos a los chiquitos cuando jugamos.

Yo hace 2 años he comenzado a aprender lo que es ser la hermana mayor.


Ser la hermana mayor implica dar el ejemplo todo el tiempo porque los ojos de tus hermanos están en ti aunque no lo acepten; ser la mayor implica invertir en ropa porque tus hermanos la usarán de escondidas porque lo que tu andas es lo más “in”; ser la mayor implica hacer todo en orden y no saltarte ninguna de las reglas que dicta nuestra sociedad incluyendo un largo proceso de selección de tu pareja, aceptación de tus padres hacia ella, compromiso y finalmente matrimonio; y aún cuando no lo has hecho en orden, implica que hasta para caer y levantarte debes salir airoso porque son los momentos en los que más te observan; ser la mayor te obliga a no inmutarte cuando no quieres que tus padres se desquebrajen; ser la mayor conlleva la responsabilidad de ser juez y parte en los pleitos de tus hermanos…

Pero también ser la mayor te llena de placeres que tus hermanos no podrán sentir pues Dios te premia al ver por primera vez lágrimas de alegría en los ojos de tus padres cuando levantas el título de bachiller, y aún más cuando llegas a “licenciada”; vuelves a sentir esa bomba en el corazón cuando vas caminando hacia el altar vestida de blanco junto a ese par de viejitos que te entregan al hombre que amas; luego vuelves a erizarte de emoción cuando del quirófano has salido y puedes comunicarle a tus padres que por primera vez son abuelos.


Y aún ahí no has experimentado todo el placer que ser “la mayor” te trae porque ese placer lo vuelves a sentir solo cuando uno de tus pequeñitos hermanos - aquellos que para ti siempre estarán como perros y gatos, los que nunca serán como tú, los que definitivamente son de otra generación – vuelven a sacarle lágrimas a tus viejitos al levantar también su título de bachiller, se vuelven licenciados, te aceleran el corazón caminando hacia el altar y vuelven a premiar a tus padres haciendo otra vez exactamente lo que tú hiciste hace años.


Entonces te das cuenta que Dios no se equivocó al hacerte la mayor, y hasta entonces empiezas a aprender que definitivamente ser la primera al nacer no basta sino más bien hay que aprender a ser la hermana mayor.


1 comentario:

Unknown dijo...

Hace ya 12 anos que Dios decidio llevarse a la mayor de la familia, para todos un un gran choque emocional, uno de esos tragos duros que siempre dice mi papi... Mas no sabiamos que Dios iba a preparar a la nueva hermana mayor para combertirse en uno de los mejores ejemplos que he tenido en mi vida. Te Amo mucho Ale, me siento mas que orgullosa de tenerte como MI hermana Mayor.